Acerca de Portobelo, Panamá

Foto de Elaine Eversley

Introducción

Cuando se llega por primera vez a Portobelo, se nota una cierta magia cotidiana. Se trata de un próspero pueblo actual, que surge de entre los restos de dos fortalezas coloniales, una comunidad de casas de bloque de cemento, en medio de una selva tropical que da a una bahía. Posee una iglesia colonial con un cristo de quinientos años, tan moreno o más que la mayoría de sus habitantes y una aduana que protegía el oro español contra los ataques de piratas y corsarios en el pasado y que actualmente cuenta su historia a los visitantes, como si de un personaje ilustre se tratara. Esto, claro, no es más que una pincelada rápida, como cuando se sube a la cima de El Mirador, el punto más alto de la ciudad, y se mira desde allí hacia abajo. La vista desde abajo es la de un paisaje urbano empapado por el agua salina, que aguanta las lluvias y que el sol apenas llega a descolorir. La ropa, así como los platos, se lavan generalmente a mano y se secan al aire libre, sin necesidad de recurrir al lujo del agua caliente. El moho deja sus marcas en los muros de concreto y la oxidación se extiende por los techos de aluminio. Todo el mundo tienen casa, pero el hambre aún persiste, a pesar de la pluviselva fértil y del generoso mar de color turquesa. Durante los cuatro meses de verano, los grifos se quedan sin agua, mientras que las ranas muertas contaminan los acueductos y las amebas infectan a los habitantes. El alcohol es barato, abundante y libre de contaminantes inesperados. Anestesia contra el aburrimiento y la desesperación. Así es la vista desde abajo. Tanto la vista “contada” como la “vivida” quedan en algún punto medio entre la montaña y la tierra.

Extraído de “Introduction,” When the Devil Knocks: The Congo Tradition and the Politics of Blackness in 20th Century PanamaThe Ohio State University Press. (enero de 2015)

Vista Histórica “Contada”  |  Vista Actual “Vivida”